La
automedicación es la utilización de medicamentos por iniciativa propia sin
ninguna intervención por parte del médico (ni en el diagnóstico de la
enfermedad, ni en la prescripción o supervisión del tratamiento).
La automedicación en un
hábito común en nuestra sociedad y no está exento de riesgos: utilizamos
medicamentos para el dolor de cabeza, para problemas gástricos, para
relajarnos, para la tos, para la alergia, etc.
La
automedicación responsable puede ser conveniente si se utiliza para tratar
síntomas menores como el dolor, la fiebre, la acidez de estómago, el resfriado,
etc. y durante un tiempo limitado.
De
hecho existen medicamentos que no necesitan receta médica, denominados
especialidades farmacéuticas publicitarias o EFP.
Aún
así, que un medicamento sea una EFP y que se dispense sin receta no quiere
decir que sea inocuo y no pueda resultar perjudicial en determinadas
situaciones ya que no deja de ser un medicamento.
Por
este motivo en caso de cualquier duda se debe consultar al médico o
farmacéutico.
Otro
caso distinto y muy frecuente de automedicación seria, la automedicación
con medicamentos que no son EFP y que tienen que ser prescritos por un médico. Esta
es una práctica desaconsejada.
Un
ejemplo sería la toma de antibióticos sin prescripción médica ante la sospecha
de una infección. Los antibióticos no se deben tomar nunca por propia
iniciativa sin la supervisión de un médico.
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